¡¡¡Hola Buenas!!!
¿¿Cómo va todo??
Hoy os voy a contar una historia que he tratado de escribir unas cuantas veces, pero nunca he podido terminar. Es de esas que te obligan a ir a lo más profundo de tus recuerdos, sacando aquellos mejores, los más divertidos, pero también los más duros:
Momentos de dolor físico y emocional. De sufrimiento y hasta de ira.
También, de lucha, de trabajo duro y de Superación.
Lo hago porque realmente me apetece, porque me lo han pedido y porque quien sabe si a alguien que está pasando (ojalá no) por algún momento parecido, le sirva de ayuda. Ojalá.
Para creer en que no todo es Imposible.
Que con Muchíiiiisimo Trabajo, Suerte, Fe, y porque no decirlo: estando un poco “Tarado” se consiguen los sueños.
Aunque no me considero ejemplo de nada, me gustaría tratar de ayudar como un día lo hicieron conmigo. Es de recibo devolver un poco de lo bueno que se nos da.
Para quien no sepa de qué va esto (Much@s seguro que sí), os dejo por aquí como comenzó todo: Mi cambio de vida, este blog, y por ende lo que me ha llevado a ver la vida de una forma un tanto diferente.
Que yo sea un “rarito” va a parte (defecto del animal)
Chocar contra un guardarrail: El día que cambió mi vida
Comenzamos:
Lo Imposible tarda Solo un Poco Más: Mi pequeña historia de "superación"
Como no soy psicólogo, no sé si esto pasa siempre en accidentes graves como el mío. Pero yo en su día viví varias fases: La Aceptación, la Mentalización, la “Caída” y la Superación.
Todas ellas que se fueron repitiendo y alternando en función de los acontecimientos:
Momentos de sosiego, duda, autocompasión, hundimiento, renacimiento, furia, fuerza, fe... Temporadas en las que creías que todo era posible, y otras en que pensabas que “para estar así, es mejor que se termine de una vez” Pero cuando consigues…rozar… tu objetivo (no digamos conseguirlo) terminas por dar por bueno el camino andado.
Te sientes el Puto Jefe. El “Rey del Mundo”
(Eso sí: que lo repita San Dios, si quiere)
La Aceptación
No tengo ni la más remota idea de que hora era, pero recuerdo perfectamente que tras la visita de “Aquellos dos hombres” (Enlace) perdí el conocimiento o cuando menos la razón. Lo siguiente fue despertarme en una habitación medio aturdido y puesto de medicamentos hasta las trancas.
Mientras trataba de recordar plenamente lo sucedido, respiré con cierto alivio al ver la pierna en su sitio. Recordando perfectamente la situación que me había llevado hasta allí, lo lógico y normal hubiese sido una amputación de rodilla para abajo. Esto no sucedió por los milímetros que separaron el desgarro de la arteria femoral.
Allí estaban mi mujer, familia y algunos amigos. Totalmente imprescindibles en los tiempos venideros. De no ser por ellos, no sé ande andaría yo ahora, ni cómo.
Pese a que me sentía como si me hubiesen dado una somanta de palos, mi cuerpo desprendía energía a raudales:
No sé lo que me dieron en el hospital, pero era buenísimo… jeje
Al mismo tiempo, un sentimiento de euforia invadía mi mente:
No me apetecía estar solo. No quería pensar. Ni siquiera saber cómo estaba la pierna.
-“Si la salvaron, será porque va a quedar bien”- Pensaba.
Pero al día siguiente, lunes, la realidad llamó a mi puerta… o más bien irrumpió en mi habitación:
Mi doctora (La Sole), un par de enfermeras y creo que algún otro médico entraron a saco en la habitación para hacerme las primeras curas. Momento en que la doctora…” a su manera”, me obligó a ver aquel miembro deforme, lleno de grapas, puntos y cortes que apenas sentía.
También comenzaron los líos con el seguro de la moto.
Aquella tarde también me obligaron a quedarme solo en mi habitación para descansar.
Un par de horas en las que no paré de llorar en silencio mientras miraba por la ventana, tomando consciencia plena de mi situación.
Aceptando que mi vida había dado un vuelco total, y sabiendo que
nunca volvería a ser la misma.
Nadie daba un céntimo por mi pierna:
No os cuento mentira alguna cuando digo que ni la doctora que me reconstruyó la pierna, ni la mayoría de los fisioterapeutas o médicos con los que he tratado esperaban que a día de hoy estuviese caminando, sin una prótesis y haciendo todo lo que hago.
Vamos, pero ni en el más loco de sus sueños.
De hecho algunos esperaban que viendo el percal, pasase de todo y me conformase con caminar con un bastón.
La magnitud de la cantera que tenía montada en mi pierna era tal, que hizo que no me pudiesen fijar todos los fragmentos de hueso rotos. Los colocaron lo mejor posible, dejando que mi cuerpo hiciese el resto del trabajo. Algo parecido pasó con el Tendón Rotuliano, que tuvieron que reinsertar casi todo. Los ligamentos por ahí de aquella manera, etc.
Fue una rotura abierta, con lo que había mucho tejido y hueso que comenzar a regenerar antes de darle caña. Más tarde aprendí, que para eso hay pequeños trucos con los que podría haber ganado algo de tiempo.
Pero solo la parte cutánea fueron 6 meses y medio de curas con la ayuda de una operación.
El ganar movilidad en la rodilla.
Volver a caminar.
Que mi cuerpo se readaptase a la nueva situación, con un rango de movimiento diferente, y con mayor rigidez en la rodilla.
Conducir mí coche y no uno adaptado.
Rodar en moto.
Hacer una vida totalmente normal aunque con limitaciones, o incluso trabajar cuando puedo…
Eso fueron unos dos años y medio Muy Largos.
Comienza la Rehabilitación: “Empezamos bien…”
Si bien lo aconsejable en estos casos es comenzar el proceso de rehabilitación lo antes posible, yo tardé casi dos meses:
La rotura de la meseta tibial fue múltiple y tan compleja, que no pudieron fijar con tornillos todos los trozos de hueso (los que había).Con lo que se hubo de esperar a que el tetris que hizo la doctora durante la operación comenzase a fraguar y regenerar.
Aunque suele ser contraproducente forzar situaciones, la realidad es que el tiempo corría en mi contra:
Según me Dijeron en su momento, los dos primeros años son totalmente cruciales. Lo que no mejores ahí, es casi imposible ganarlo luego. Así que había que darle caña.
Recuerdo haberme plantado en mi primera cita de fisioterapia acojonado perdido:
Totalmente mentalizado en que tocaría sufrir, pero con todas las ganas e ilusión del mundo. Pensando en encontrarme a un/una fisio que me recibiría dispuesta a trabajar, y con cierta fe en poder arreglar esa pierna maltrecha.
Sin embargo encontré a una chica con cara de mala hostia, quemada por el trabajo, agobiada y enfadada porque le metiesen un caso tan complicado como el mío a alguien sin una gran experiencia; con tan poco tiempo por paciente y que muchas veces tendría que atender a más de uno a la vez.
Con el tiempo descubrí que los fisios que trabajan en hospitales privados suelen andar así: Quemados y Reventados.
En ese primer instante ella intentó librarse del marrón por todos los medios posibles. Algo que si bien entiendo en parte, no fue posible por una cuestión logística mía:
No tenía quien me llevase por las mañanas, que era cuando habría alguien con más experiencia y tiempo por paciente, para llevar mi caso.
Con lo cual, no nos quedaron más cojones que entendernos.
Empezamos bien…
Aunque antes de decidirme por emprender el proceso en el hospital, había tratado de informarme sobre alguna clínica de fisioterapia en Coruña, que fuesen buenos y trabajasen con seguros. Viendo que no la encontraba, decidí quedarme.
Desde mi ignorancia creía que, al haber un grupo de profesionales que trabajaban en el mismo lugar aunque en diferentes especialidades, lo lógico sería que entre ellos que fluyese la comunicación y que entre todos haríamos un equipo que me llevaría a mejorar de manera cuando menos más eficiente…
Puede que en algunos, a los que van los deportistas profesionales y gente con mucha pasta, sea así. Pero en este caso terminaron por ser “pajillas mentales idealistas”.
Los primeros avances
llegaron pronto:
Tras dos meses parado, había perdido toda la masa muscular de la pierna. La inflamación seguía siendo tremenda, hasta el punto de tener que comprarme dos pares de playeros con una diferencia de tres tallas entre sí, para poder usar calzado en ambos pies. Aquella “pata de un elefante”, que permaneció así durante largos meses (7 años sigue sin ser la misma)
Durante la mañana trabajaba una horita y media en casa haciendo los ejercicios básicos para por la tarde ir a fisio todos los días, ahora con una relación estupenda porque realmente era buena tía, y muy implicada.
Gracias a ello la pierna comenzaba a muscular, ganando fuerza día a día. Mi moral hacía lo propio mientras, a escondidas, comenzaba a apoyar tímidamente el pie.
La sensación
de apoyar un poquiiiito el pie en el suelo sin muletas tres meses después era….
¡¡¡Ufffff!!!....
Tuve que apaciguar mis ansias en este aspecto. La rodilla seguía echa mierda, con una movilidad más mierda
todavía. En el fondo tenía miedo al dolor y a romperla otra vez.
En aquel momento ya sabíamos de la primera complicación: La Rotula se había adherido.
Esto pasa de forma más o menos habitual en muchas operaciones de rodilla, por restos de la operación que no han drenado, se genera un exceso de colágeno y de ahí adherencias. Incluso me han contado que hay gente que tiene cierta tendencia a desarrollarlas.
En mi caso fue lo primero, sumado a una inmovilización prolongada y quizás algo de lo segundo. Mi cuerpo cicatriza bastante rápido con lo cual la producción de ese pegamento natural, no debe ser mala.
El caso es que esta vez me perjudicó muchísimo.
Tromboembolismo pulmonar: Esto no me para.
Aquel domingo por la tarde noche comencé a encontrarme raro:
Notaba un pequeño malestar, acompañado de unos pinchazos en la espalda a la altura de las costillas (tipo contractura muscular) que iban ganando en intensidad a medida que pasaba el tiempo. Sin darle más importancia, decidí irme para cama y ponerme una manta eléctrica.
Me dormí y tras un rato desperté con un dolor como si me estuviesen apuñalando repetidamente en el mismo sitio, por la espalda y a traición.
Os juro que han sido de los dolores más intensos que he experimentado en mi vida. Tras un buen rato, el dolor comenzó a cesar y conseguí volver a conciliar el sueño.
Por aquellos días todavía me movía en muletas y con muchísimo cuidado. Mi mujer trabajaba fuera, y no me quedaba otra que vivir con mis padres durante la semana.
Como por la mañana me encontraba más menos bien, no le di importancia, fui a fisio como todos los días, y solo allí noté unas pequeñas molestias. Pero pasé de todo, no fuera que La Sole me volviese a tildar de hipocondríaco como cuando me obligó a ver la rodilla por primera vez.
Esa noche la historia se repitió aunque con algo menos de intensidad:
Fuertes dolores que no me dejaban dormir, y que solo conseguía contener tratando de incorporarme en cama.
¡¡¡Que le den por… a todo!!! Sí me tengo que ir, me voy y punto.
Tras casi 4 meses del accidente y un año anterior para olvidar, estaba hasta las narices de todo. Con lo cual, si tenía que ser así, así sería. Pero el dolor cesó y una vez más conseguí dormirme. Por la mañana desperté con tos acompañada de sangre y se activaron todas las alarmas:
Fui a ver a mi médico de aquella (el doctor Urrutia que tanto echo de menos) y de ahí a pasarme una semana de “vacaciones” al hospital.
Diagnóstico: Me había salido un trombo por cada pulmón, y que no me había muerto de milagro.
El Motivo: Me habían retirado la heparina que te mandan ponerte todos los días antes de moverme con normalidad.
Consecuencias:
Dada mi edad y que el resto estaba bien, aquello no me dejaría secuelas en los pulmones. Sin embargo me pasaría como mínimo los seis meses siguientes tomando Sintrom: un anticoagulante muy común que lleva asociada a su efectividad una dieta que evita la vitamina K. Justo la que yo necesitaba para regenerar mis huesos…
Cuando salí algo había cambiado dentro de mí:
El impacto de estar rodeado de gente encamada en una gran sala o en los pasillos. Mucha de ella muy mayor, estaba sola. Alguna no se sabía si aún estaba allí, se había ido, o simplemente esperaba el momento de emprender camino. Aquello me hizo pensar
“Cariño: Si consigo recuperarme, por favor, no trates de impedirme volver a andar en moto”
Eso es lo que le pedí a mi mujer que me jurase cuando salí de aquel hospital.
En cuanto me soltaron del Hospital Universitario de La Coruña, estaba llamando al otro para que me reservasen cita en fisioterapia lo antes posible para seguir con la recuperación de la rodilla. Con lo que 4 días después estaba allí otra vez dando guerra ante el estupor del personal. “Dale hasta que rompa” le dije de broma a mi fisio.
Las “50 sombras” de Jose:
Unas semanas después del TEP, estaba ya recuperando a pleno rendimiento. Había comenzado a intentar pedalear para tratar de ganar algo más de movilidad, aunque me costaba muchísimo porque me faltaban grados de flexión; pero mi mente necesitaba nuevos retos.
Por otra parte seguíamos a cuentas con tratar de liberar la rótula adherida:
La única solución que se me daba era Forzar hasta que saltase, bien en fisio y en vivo; o bien bajo anestesia en quirófano. A las bravas.
Pero claro, aquella chica pesaba 50kg que bien empleados por alguien que sabe, son muchos. Pero 50 contra 90, a poco que te defiendas, el panorama se complica y ella no podía conmigo.
Con lo que no le quedó más remedio que sujetarme la pierna a la camilla conmigo boca abajo para así aplicar más fuerza evitando que yo me defendiese cuando el dolor se volvía insoportable.
Más de un día he salido pálido de allí, cuando mis gritos se escuchaban en la entrada del hospital. Mientras tanto, la hija de puta de la rótula no saltaba ante la desesperación de ambos (sobre todo mía) que aguantaba aquella tortura día a día sin apenas rechistar.
La verdad es que el ambiente allí dentro era muy bueno, y entre bromas bautizamos aquello como el “momento 50 sombras” que se repitió durante semanas hasta que un día…
La Rotura de Tibia: El Punto de Inflexión.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡PPPPPPPAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!
Un sonido seco y rotundo, como si alguien pegase una palmada en la mesa con toda su alma, sonó en toda la sala al tiempo que yo notaba como mi hueso se separaba del sitio hacia adelante para volver a él al segundo.
Tras un primer momento de estupor y de que toda la gente de la sala acudiese sobresaltada, aquella chica soltó eufórica:
“¡¡¡¡¡Buahhh. Ha saltado la adherencia!!!!! ¡¡¡¡Lo hemos conseguido!!!!”
A lo que yo respondí:
“ No…, no. Ha sido la pierna. Se ha roto la tibia”
Dieta Sintrom + hueso poco consolidado + falta de movilidad= Osteoporosis
+
Tornillo de 8mm que atravesaba pierna+ 50 sombras=
Desastre total
Lo hice justo antes de romper a llorar de pura desesperación, porque la rotura en sí no me dolió lo más mínimo. Ocurrió Justo cuando había conseguido permiso para poder conducir otra vez. Cuando había recuperado una cierta independencia.
En aquel mismo momento me quedé ingresado para ver que hacían conmigo. No era fácil, ya que en aquellos momentos mi cuerpo tenía tal carga de anticoagulantes, que el pincharme para cualquier cosa era un riesgo. No digamos operarme para ponerme una placa.
Tras una semana ingresado me mandaron para casa con una férula hecha a medida que me sujetaba la pierna, pero que al mismo tiempo me permitía conservar la poca movilidad que tenía. Un mal menor.
El día que me fui, lo hice con la moral por los suelos y con la extraña sensación de que ya nada volvería a ser lo mismo.
Por cierto: ¿¿Veis ahora la broma de “Dale hasta que rompa”???
Mucho cuidado con las bromas…
La Sole
La Sole fue la traumatóloga que salvó mi pierna. Un Gran Trabajo, pero hasta ahí:
Una chica alta, morena, delgada, con un corte de pelo medidamente desaliñado. Su carácter fuerte y decidido se hacía notar.
Profesionalmente destacaba, siendo la única mujer en un equipo de hombres. Sobre todo recomponiendo huesos. Como yo digo “era una estupenda carpintera” ya que, además de otros que conozco, en mi caso hizo un excelente trabajo que solo le faltó rematar abriendo la mente en la recuperación. Ya que, como a otros tantos traumatólogos, la fisioterapia moderna y las nuevas técnicas, no habían entrado en ella. Espero que con el tiempo algo haya mejorado.
Pero sin duda lo peor en ella era el trato con el paciente y la empatía:
Es posible que nos hayamos visto como unas 60 veces, y nunca sabías como te la ibas a encontrar. Quizás solo supervisando las citas de curas estuviese un poco más relajada, pero una consulta con ella podía terminar siendo un auténtico suplicio.
Un día te decía que ibas a quedar para jugar al futbol y al siguiente que bastante tenías con conservar la pierna. No toleraba una mínima crítica por tu parte, e incluso daba la sensación de pagar contigo sus malos rollos. Su quemazón del trabajo. La defensa de su actuación durante todo el tiempo que trabajé con ella, fue el jactarse del gran trabajo realizado al recomponer mi pierna.
Uno de los días que me soltó lo de “bastante bien estás para lo que has tenido” le mandé de vuelta un… “para luego dejarme así, haberla cortado y tirársela a los perros”.
Os juro que en aquellos momentos mi movilidad era malísima porque apenas apoyaba la punta del pie para caminar, con una cojera monumental y sin visos de mejorar.
Si le salvas la pierna a una persona de 34 años, que no sea para dejarla tan a medias. Más aún si como era el caso, está dispuesta a todo por mejorar.El día que le dije que había pedido una segunda opinión, se puso como si se la llevasen los demonios, tratándome como si fuese el más vil de los traidores. Dijo tal cantidad de tonterías, que en lugar de enfadarme (ella no lo valía) me limité a apoyar la barbilla en la muleta, fijé la mirada en la ventana, mientras me repetía una y otra vez:
“No la mandes a la mierda, que si no, no te opera…”
La última vez que nos vimos fue para recoger el informe que necesitaba para abandonar definitivamente aquel hospital.
Hacía tiempo que se veía una falta total de interés por su parte, fruto de tantas complicaciones. Dando largas para realizar una operación, que de haberse llevado a cabo tal y como estaba planteada, con toda probabilidad me hubiese reventado la pierna para siempre.
Lo que más me dolió fue saber que la chica que me rompió la pierna se agarró una depresión de la leche. Sus conocimientos ya no daban más de sí en este caso, yo pedía mejorar y desde el equipo médico no le daban más solución que la forzar y forzar.
Decidí no denunciar una clara mala praxis, sabiendo que el muerto le caería al eslabón más débil, que (como de costumbre) era quien menos culpa tenía.
Lucía/ S&C Coruña (su web)
El de aquel 2015 fue un verano de mierda:
Hacía calor y yo estaba con mi pierna rota metida en aquella ortesis de plástico con remaches. Tenía heridas fruto de la sudoración y el contacto con el plástico que debía curar a diario.
Tres meses llevé aquel aparato de las narices mientras veía como todo lo que había ganado se iba al garete.
Aunque seguía con el hospital, durante aquel verano había comenzado a tomar decisiones:
Por una parte me pagué unas sesiones de magnetoterapia, que me dijeron que ayudarían a regenerar antes el hueso, y por otra estaba buscando por todos los medios a mi alcance un nuevo fisio o clínica con la que trabajar.
Aunque sabía que el tiempo corría en mi contra, bajo ningún concepto estaba dispuesto a rendirme sin pelear hasta el último aliento: “O va, o me muero en el intento”
Aunque sé que hay otras formas, la vida para mí tiene poco sentido sin la capacidad de moverme por mí mismo, de hacer lo que me da la real gana mientras con ello no perjudique a otr@s.
Un buen día, un amigo de una amiga le dijo a esta que justo en el complejo donde yo realizaba mis ejercicios de gimnasio y piscina, había una pequeña clínica que había visto cientos de veces pero sin reparar en qué era, ni a qué se dedicaba: Salud y Conocimiento.
Que en ella trabajaba una fisio de la que tenía muy buena opinión.
Como podréis comprobar, a aquellas alturas de la película poco me quedaba por perder.
Con lo que pedimos cita para un médico recuperador que también trabajaba allí por aquel entonces, les expuse mi caso y comenzamos a trabajar a espaldas del seguro y del hospital.
Lucía sería mi fisioterapeuta desde ese momento y hasta el día de hoy
en una clínica que se ha hecho grande
Confieso que la primera vez que la vi fue como si se me apareciese un ángel caído del cielo que había venido a ayudarme cuando me quedaban muy pocas opciones de salir adelante.
Me pilló totalmente desahuciado, hundido física y moralmente en el abismo más absoluto.
Una chica joven, con ideas nuevas, muchísimas ganas de trabajar y hambre de conseguir cosas; se juntó con alguien que daría Todo por conseguir sus metas.
En aquel
momento fue mi fisio, mi psicóloga y en algunos poquiiiitos momentos, mi amiga. Porque es una Gran Profesional.
Por cierto:
En aquella pequeña clínica me encontré con un mural de una playa de piedra con troncos varados. Tenía una frase escrita que rezaba:
Lo Imposible tarda Solo un poco Más.
¿¿Os Suena??
“Los Inconformistas Movéis el Mundo”: El último cartucho.
En el momento que comencé a trabajar con Lucía vi como mi pierna comenzaba a cambiar a pasos acelerados. Me instó a que la aceptase tal y como estaba sin importar que la gente se quedase mirando por la calle aquella rodilla deforme. Era mía, una parte de mí que tenía que querer y cuidar para que funcionase y mejorase. Modificar dieta y hábitos, ir a la piscina para volver a aprender a caminar, salir de casa para despejar mi mente…
Y no sobreentrenar. Algo con lo que teníamos “bronca” de vez en cuando, hasta el punto de que me obligaron a no hacer nada los domingos. Pedaleo suave con la bici que había plantado en el salón y ya está.
Con los avances mi moral se reforzaba día a día. Pero seguía habiendo varios puntos que impedían que aquello fuese a más: La Rótula Adherida, el famoso tornillo, y alguno de imposible solución que se ha quedado (el tendón rotuliano)
“Si es lo que realmente quieres, no pierdes nada por intentarlo: Los Inconformistas Movéis el Mundo” Esto es lo que me contestó el Doctor Rafael Arriaza (un conocido traumatólogo coruñés) cuando fui a hablar con él para ver si me podía ayudar a desbloquear la rótula.
Él me comentaba que tal y como estaba en aquel justo momento, trabajando más la extensión, podría llevar una vida bastante digna.
Pero yo quería más: quería volver a rodar en moto. Lograr la excelencia en mi recuperación.
Porque para conseguir un 8 hay que ir a por el 11 y yo siempre me había conformado con el cinquillo raspado.
Como buen inconformista que soy, aquella frase venida de un tío que (por lo menos conmigo) nunca se ha andado por las ramas, aquello fue el 1000% de motivación.
Solo me puso una condición para operarme:
Me daba un par de meses para eliminar la osteoporosis y consolidar del todo el hueso. Si no lo conseguía, no me operaba.
Os juro por Dios que hice lo imposible para conseguirlo:
Caminar todos los días, pastillas, licuados de verduras y dieta rica en vitamina k (ya no tomaba Sintrom)… todo lo que había para esto.
Y lo conseguí: unas semanas antes de la operación, me hicieron la enésima radiografía, dio perfecta, y el doctor accedió a operarme.
Una operación que hice por mis cojones, y en contra de la opinión del seguro y de alguna tercera opinión que me decían lo que el doctor:
“No hay garantías totales de que esto salga bien. Incluso podrías volver atrás”
Pero era el último cartucho que me quedaba por quemar, y si volvía atrás siempre podría volver a este punto con trabajo.
En la balanza:
A ganar: una mejoría importante aunque no se sabría si definitiva y el no quedarme con la cosa de no haberlo intentado.
A perder: un poco de dinero (el 50% de la operación) y tener que pelear por volver al estado de aquel momento, que tampoco era para tirar cohetes.
Fui Con Todo
La Última Operación:
El planteamiento de la operación del Doctor Arriaza constaba de dos partes diferenciadas:
-La Primera era sacar los tornillos que se pudiesen (dos: el grande que atravesaba la pierna y uno de los de la rótula) quedando a formar parte de mí otros tres (dos en la tibia, y uno en la rótula)
- La Segunda era liberar la rótula adherida mediante artroscopia, realizando luego un canal para que esta se moviese de forma más o menos natural. Una vez liberada se forzaría la pierna para ver hasta dónde podría llegar la movilidad al final de la recuperación.
Vamos “igualito” que lo que me proponía La Sole.
6 de febrero de 2016 (un año y tres meses después del accidente) día D, hora H estaba bien temprano y acompañado de mi mujer en un hospital de Coruña:
Uno de los días más definitivos, ansiados y peleados de mí vida. El que me daría la oportunidad de luchar por mis sueños.
Creo que nunca he estado tan ansioso y feliz por meterme en un quirófano, hasta el punto de que me importaba todo un pito: la anestesia, los riesgos… yo firmé y a tomar por saco. Que fuese lo que tuviese que ser.
Eso sí, como de costumbre, todo mi ser era un p… manojo de nervios. No lo puedo evitar.
Pues nada: Cuando llegamos al hospital, realizamos el procedimiento de ingreso mientras esperábamos que alguien me indicase cual sería mi habitación:
-“Por favor, vengan por aquí”:
Colega… Era una Monja…
Ya ves a mi mujer blanca pensando…: “donde nos hemos metido…”
A mí me subió una cosa por la espalda… Estaba flipando: “¡¡joooder!! ¡¡Esto se avisa!!”.
Como uno es así de bruto y los nervios hacen lo suyo, mientras subíamos en el ascensor camino de la habitación, le digo a mi mujer por lo bajini entre risas…
“Bueno cariño: si no salgo de esta, por lo menos iré al cielo”
Como ya son muchos años, en lugar de enfadarse, a ella le dio un ataque de risa.
Cuando llegué al quirófano, allí estaban los médicos acompañados de Lucía (mi fisio):
Aunque por historias no sería ella quien me trataría en los inicios de la fase final de la recuperación, conseguimos que pudiese asistir para esa forma tener información de primera mano sobre cómo estaba la rodilla por dentro, como quedaba todo y hasta donde podríamos llegar.
Para que a nadie le dé un “blancazo” o deje de leer, no voy a entrar en detalles:
Solamente decir que fueron 2h y pico que se me pasaron volando. La viví plenamente consciente, me enteré de todo hasta el punto que no me hubiese importado verla por un monitor (no me dejaron)
Una vez finalizada, el doctor se tenía un as bajo la manga que muy inteligentemente se le olvidó contarme: Anestesiar completamente la pierna operada durante unas cuantas horas más.
No Hay Dolor:
Una vez me llevaron de vuelta a la habitación apareció de nuevo el doctor:
-“Saca la pierna fuera de la cama de rodilla para adelante y déjala caer”
-“¿Cómo?” Contesté yo. (Estábamos flipando)
- “Lo que oyes: sujetas la pierna con la otra por debajo, te giras fuera de la cama. Y descuelgas la pierna. No te va a doler porque está anestesiada”
“Ahora con la pierna sana, haz fuerza para que doble hasta donde dé” “¡¡Más!!”
“¿¿No querías volver a rodar en moto y
conseguir un montón de cosas?? Pues yo ya he hecho mi parte. Ahora te toca a tí,
y no va a ser tan fácil”
Todo lo duro que hubiese parecido la operación hasta ese momento, era una mierda comparado a lo que quedaba:
Para empezar, poder salir de aquel hospital la mañana siguiente (o me cobrarían otro día aparte) significaba levantar la pierna al menos 50cm por sí misma.
También repetiría la operación de doblar la rodilla 15 minutos de cada hora hasta que me fuese a dormir.
Para evitar que la rótula se volviese a fijar, habría de doblar la pierna durante 15 minutos de cada hora que estuviese despierto y hasta la flexión máxima que pudiese. Así durante las siguientes 2-3 semanas.
Diferencia: Que en el hospital me habían anestesiado la pierna, pero para casa me fui con ibuprofenos.
La primera vez que lo hice, ya me dolía la pierna antes de empezar, fruto de los nervios:
El proceso consistía en calentar primero bien los músculos y la articulación para evitar sustos.
Lo siguiente era doblar hasta donde diese, Con Todo.
Hubo un momento cuando comencé que pensé que no podría soportar el dolor. Pero me puse los cascos con música de esta que te enajena la mente, apreté los dientes y le di caña a la pierna hasta el último segundo.
Cuando estaba por la mitad del tiempo, entró mi mujer en la habitación por si necesitaba ayuda: Me encontró llorando, pálido y totalmente poseído por el dolor. Fue la primera y última vez que entró durante aquellas semanas en las que no perdoné ni una sola vez mi tarea.
Unos días lloraba, otros gritaba…
“¡¡¡¡¡VAAAAAMOOOOSSSS HOSTIA!!!!!“
“¡¡¡¡¡VAMOS!!!!!”
Hubo algún día que probé a tomar calmantes de los que tenía por casa, pero a aquel dolor momentáneo e insoportable no lo paraba nada.
Como a mí.
Pero Mucho Cuidado con la “Avaricia”:
A veces nos pasa que cuando las cosas comienzan a rodar, comienzas a querer más y más corriendo el riesgo de querer demasiado.
Mucho cuidado con una “Avaricia” que puede llevarte a arriesgar demasiado cuando no toca.
Eso en una historia de estas puede significar cargarse todos tus esfuerzos en una mala jugada, quien sabe si de forma irremediable.
Por mucho ímpetu y ganas que puedas tener, hay momentos en la vida, que hay que saber amarrar el resultado.
Ser segundo, no siempre significa ser el primero de los perdedores.
Lo digo porque me ha pasado: Hubo un momento que quise forzar demasiado la máquina, estando a nada de casi mandar todo al garete.
-“Por favor: No me hagas esto”
Me dijo un día mi cuerpo en forma de susto.
Menos mal que le hice caso…
Trabajo, Trabajo y Trabajo.
Como habéis visto, algo tremendamente importante en una historia de estas es trabajar con alguien que te entiendas. Que vaya en la misma sintonía que tú.
En el caso de Lucía y yo, ambos somos bastante exigentes; con la diferencia de que ella es infinitamente más constante que yo.
Aunque durante ese tiempo de recuperación es con diferencia cuando más constante he sido en mi vida. Porque la exigencia era tan alta, que una mínima flojera (que las hubo) podía marcar la diferencia entre conseguir mi objetivo, o quedarme muy a medias.
Ese punto de constancia y de ideas es el que me da /o dio en ese momento el Trabajar con ella. De forma que el día que S&C reabrió, supe que definitivamente lo conseguiría:
Solo quedaba un Ultimo Empujón, y quizás de los más complicados, para conseguir la excelencia.
Unos grados más.
Más fuerza.
Más seguridad.
Unos meses más trabajando a tope, y...
Meses en los que parecería que un día dabas un paso para adelante, y al siguiente retrocedías dos. Meses duros, con un trabajo Enorme:
Piscina. Volver al gimnasio. Trabajo en fisio, en casa. En todos lados. 6 días a la semana, una tras otra. Ganando movilidad, fuerza y confianza tanto en la rodilla como en mí mismo.
También un Montón de Experiencias. Meses de incertidumbre y nervios.
Soñando. Visualizando mí objetivo. Contando curvas. Recordando sensaciones.
Cada pequeña mejoría era un momento de júbilo. Cada paso atrás una puñalada en mi ánimo.
Viendo a unos cuantos cracks que antes que yo no se dieron por vencidos (El gran Albert LLovera, Antonio Maheso…), o que simplemente me hacían soñar. Evadirme de mis problemas. No pensar demasiado (Charly Sinewan y otros Youtubers y moto viajeros. Las motos en general)
Haciendo del dolor moderado, un amigo que me incita a trabajar para tener mi cuerpo a punto. Precisamente para que no vaya a más, y sin tomar pastillas.
Pero al final, tras muchísimo trabajo. De un sufrimiento infinito que se da por bueno,
Lo Conseguí:
Volver a tener un físico aceptable, una buena movilidad, una vida normal aunque con limitaciones (una Buena Vida) A sentirme yo mismo rodando en moto pese a que, aun de vez en cuando tenga pequeñas inseguridades que al principio fueron enormes.
Enorrrrrme el día que me volví a montar en una Moto.
En mí Moto:
Pero no estoy tan loco. No me fui al concesionario a comprarme una VStrom, y salí a la carretera como si nada.
Estaré Eternamente Agradecido a Manuel y a Mari por la Tremenda Ayuda que en su momento me prestaron:
Comencé dando vueltas en un parking para probarme (a escondidas) en su scooter, para más tarde hacer mi primera ruta en una Honda Deauville con el talón apoyado en el estribo porque la pierna no daba más fruto de la tensión y los nervios.
¡¡¡¡¡VAAAAAMOOOOSSS!!!!!
¿¿¿Y AHORA, QUE???
Gritaba entre lloros aquel día en el que podría haber ido por cualquier sitio, pero mi alma pedía decirle al guardarrail que casi acaba conmigo, que no había podido. Que estaba de vuelta y Que había conseguido un “Imposible”
Felicidad y Rabia que sigo sintiendo cada vez que termino un viaje. Emoción cuando planeo cualquier ruta por pequeña que sea, disfrutando cada metro de esta segunda oportunidad.
Pero Nada de esto podría haber pasado de no ser gracias Mí Mujer que es lo más grande del mundo, que me quiere y me respeta desde hace más de 20 años. Que aunque ahora no venga casi nunca en moto porque le he cogido miedo, ha aguantado lo indecible, ha estado ahí cada segundo y me anima a perseguir nuevos retos.
A mí familia que es Estupenda y a un puñado de amig@s que estuvieron ahí cuando otr@s me dieron la espalda: Miguel, Helen, Fa, Juan… y tant@s otr@s.
Aunque algunos no estéis en mi vida, mi agradecimiento será Eterno.
He ganado respetos.
He cerrado bocas.
He demostrado todo lo que tenía en esta vida.
Mi cuerpo y yo hemos hecho algo Muuuy Grande y Difícil.
Pero no os engañéis: Si difícil es llegar, todavía más mantenerse.
Porque por mucho que mejores, tu cuerpo no volverá a ser el mismo. Y aunque lo aceptes porque no te queda otra, los días malos, el querer hacer esa actividad que ahora no puedes o con la intensidad que te gustaría, minan mucho.
¡¡¡¡¡Lo Imposible Tarda Sólo un Poco Más!!!!
Rendirse, No Es Una Opción.
¿¿Qué es para vosotr@s la Superación Personal??
Dejádmelo en los comentarios, porfa.
Espero que os haya gustado. Con que ayude a una sola persona,
todas estas horas de trabajo y reflexión, habrán valido la pena.
Gracias
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