Hoy hace cinco días que desperté. Médicos, enfermería, celadores y
personal del hospital e incluso otros enfermos y visitantes están
maravillados con ello, vienen a curiosear, tengo la sensación de de ser
una atracción circense.
Todo está tan cambiado que estoy confuso.
Las personas visten como si fueran a las olimpiadas, casi nadie lleva el
pelo largo, todo el mundo lleva una cajita cuadrada y se pasan horas y
horas mirándola (me he enterado que son teléfonos). En la habitación hay
un televisor que parece una pizarra, lo curioso es que es en colores y
tiene más de dos canales, ahí me enteré que la selección de fútbol fué
campeona del mundo gracias a un gol de uno de Albacete.
No permiten fumar en las habitaciones, ni en todo el hospital, envié a
comprar un paquete de Bisonte a alguien y al poco me devolvió el dinero
decía que no existía ese tabaco, ni había encontrado un estanco y que
fumar mata
Luego está la comida, me aconsejan que tengo que cuidar el colesterol y
los triglicéridos (esto no se lo qué es) que no me conviene comerme un
plato de fabada y menos acompañarla con un buen vaso de vino tinto, el
alcohol perjudica mi salud.
Me asomo a la ventana y veo coches y motos que no hacen ruido, son
eléctricos me cuentan, como unos extraños patines que van a todo trapo
por las aceras. Vivir para ver.
Entonces me viene el recuerdo de como llegué hasta aquí:
Subido en mi Laverda Jota 1000 llevaba un pique con mi amigo Carlos que a
lomos de su Ducati GT 750 no me ponía fácil la subida del puerto, la
moto no se dejaba meter en curvas aquel maldito chasis se retorcía como
el rabo de una lagartija cortado y ni las suspensiones ayudaban, ni las
ruedas... encima habían unas cervezas en juego.
Le consigo adelantar en una curva por el interior no sé ni cómo, y a la
salida de la misma me encuentro un renqueante camión Barreiros que subía
lentamente seguro que cargado aquella rampa, intento en décimas de
segundo adelantarlo y me encuentro de frente un Seat 600 del cual aún me
parece estar viendo la expresión de asombro del matrimonio que viajaba
en él. Es curioso lo que la memoria atrapa y los detalles que deja ir.
Anoche vi una película dónde un muchacho con un coche plateado se marcha
al pasado para arreglar sus problemas en el presente. Estoy maquinado
un experimento similar aunque casi es más magia negra que otra cosa,
no se si hacerlo... pero como me han dicho: -Eso de la película no
existe.
Entonces he pensado en revivir la escena, pero ni encuentro los vehículos y mi amigo Carlos creo que tampoco se presta a ello.
Con poco ánimo para enfrentarme a tal empresa me encamino con la silla
de ruedas a la cafetería del hospital. Una vez allí me vengo arriba y le
hago cumplir al encargado su ofrecimiento de "lo que hiciera falta" el
día de mi despertar.
-¡Un gin-tonic!- le digo con voz de barítono y la convicción de que un lingotazo me ayudará a verlo todo de otra forma.
El hombre medio a escondidas aparpece con una copa del tamaño del globo
terráqueo que tenía de niño, dentro con el limón y media docena de
cubitos de hielo flotaban unas cosas indeterminadas de diversos colores y
formas de origen vegetal.
Asombrado le pregunto qué es aquel proyecto de gazpacho andaluz.
Me responde con sarcasmo: -¡Son botánicos!
Tras unos segundos sin saber que decir, solo salió por mi boca:
-¡Maldita Laverda!
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