Hoy como cualquier día “normal" subido a mi moto me encamino a mi lugar de trabajo, ya por cierta comodidad adquirida llevo el uniforme ya puesto y no es necesario cambiarme ni al llegar o al marcharme. Como siempre la cazadora y guantes además del casco, este último tras muchos años de circular con uno abierto o jet, opté por un integral modular…
El recorrido es cuanto menos tedioso y monótono por rutina,
salvo que al desarrollarse en zona urbana hay que ir con mil ojos y no bajar la
guardia jamás. En esta “normalidad" es fácil coincidir con los mismos vehículos a la misma hora poco
que uno se fije, cosa curiosa.
Y llega agosto el mes donde todo se transforma y lejos de ver a los “habituales" un gran vacío de tráfico hace parecer una ciudad desierta, hay una cierta permisividad que va de la mano no siendo extraño ser testigo de alguna imprudencia cometida a modo de “pecado venial", pudiendo tener esta desastrosas consecuencias.
Parado en un semáforo bajo la canícula matinal me encuentro.
Absorto asisto a como se lo pasa en rojo un gran furgón negro ante los
improperios de peatones que estaban
cruzando.
Al instante escucho a mi lado unas risotadas; una de esas mini motos eléctricas de ciudad y sus ocupantes ávidos de llamar la atención lo consiguen y al reparar en ellos pos un instante dejan de reír de manera ciertamente extraña. En el vistazo veo que la equipación que llevan es desastrosa: los cascos tipo Jet (quitamultas), bañadores de colores estridentes, chanclas y toalla… nada más.
Vuelvo a mi “Mundo". Estos continúan riendo y gritando, el conductor intenta levantar la rueda delantera sin éxito y se tambalean un par de veces en el paso cebra.
El disco se pone verde e intento alejarme de ellos ya que su
arranque un tanto errático y con poca velocidad es peligroso. Los adelanto y
continúo mi camino.
Varios cruces de calle mas allá el trafico está algo más
congestionado, voy tras los coches y no hay huecos, veo a los chavales circular
a gran velocidad por el carril Bus-Taxi, mientras vocean algo.
Yo a lo mío debo pasar el embudo que hay al acceso al vial
que me lleva a la siguiente avenida. Una vez embocada esta observo a lo lejos
cierta retención extraña coches detenidos habiendo vía libre, entre ellos me
cuelo hasta llegar lentamente al meollo.
En el suelo un amasijo de metales y plásticos del que no es
difícil distinguir lo que aquello fuera una de esas motillos a batería de
alquiler por APP. Un medio de transporte por ciudad de cierta contención
económica que está cada vez más en auge.
Alrededor una tensa escena se desarrolla: un taxista baja
con rapidez de su coche, un par de personas también acuden al accidente, el
camarero de un bar cercano maneja la situación dando ordenes mientras dos
chicas orientales graban con sus teléfonos móviles. El del bar se hace cargo
del chico que se encuentra malherido en el suelo su cuerpo está lleno de
heridas y quemaduras me recuerda a cierto cuadro de un “Ecce homo", no
tiene el casco puesto, tiene toda la pinta de no haberlo llevado ajustado.
El otro chico (que debía de ser el conductor) sí que lo lleva
en la cabeza pero está parado en medio del cruce de una calle adyacente
intentando andar pero sin conseguirlo su cara es de autentico dolor. Paro mi
moto cerca de él e intento ayudarle, está como clavado al suelo, posiblemente
esté en estado de shock. Al llegar a su lado le pregunto su nombre pero no contesta y le digo que todo va ir
bien que esté tranquilo. Por suerte es un “tirillas" lo cargo en mis
antebrazos cruzando así la calle depositándolo a continuación en el suelo con
ayuda de varios transeúntes.
Entonces allí agachado frente al accidentado me vuelve a
invadir la empatía mas absoluta y le tranquilizo nuevamente. Me mira y entre
sollozos intenta tocar mi cazadora con el dorso de su mano cuya palma es ahora
una pulpa sanguinolenta y me dice:
—¡Perdón! …mi amigo se reía de ti, por llevar la chaqueta
y los guantes con este calor… ¡Y mira
ahora!
Volví a darle cierto consuelo de palabra y le dije que la
ambulancia estaba de camino y que todo se solucionaría en breve. Suenan unas
sirenas y aparecen varios coches de Policía Local y una ambulancia haciéndose
cargo de la situación, de pronto reparo en un agente que se dirige hacia mi
motocicleta, en dos zancadas estoy con él y le indico que no tengo nada que ver
con el accidente que solo he parado a ayudar, me dice que me marche y eso hago,
mientras el agente se pone a tocar el silbato y dar paso a la circulación
detenida.
Ya en el trabajo me detengo a pensar en todo aquello, me
supo mal abandonar el lugar de aquella manera pero al fin y al cabo yo no podía
hacer más. Tanto ellos cómo yo volvíamos
a ser anónimos…
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Lo Imposible tarda Sólo un poco más 😉
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